Durante las últimas décadas, el papel de
las empresas sociales del tercer sector ha sido clave en nuestro país por un
doble activo que suma y multiplica.
Por un lado, el activo de lo que hacemos. La misión, atender y cuidar a las personas,
especialmente de los colectivos más vulnerables. Tarea que ha sido
especialmente clave durante estos años de crisis económica y de recortes de
derechos sociales que estamos viviendo. Respuestas decididas que han permitido
evitar que el desastre fuera a más, a menudo sin disponer de todos los
recursos, fundamentada en la implicación y vocación de los profesionales del
sector y en la apuesta, desde la iniciativa colectiva de los impulsores de las
empresas sociales, que han gestionado con responsabilidad las dificultades y los
recortes.
Hablar de la necesidad de explicar a la
sociedad lo que hacemos, de manera sencilla y efectiva, me lleva al activo del cómo lo hacemos. La labor de
los profesionales se desarrolla en el marco de entidades que desde la
iniciativa social se han constituido en forma de cooperativas y otras formas
jurídicas de la economía social. Articularnos empresarialmente a partir de
modelos de propiedad colectiva, gobernanza democrática y participación real de
los miembros es la mejor forma de reivindicar otra manera de hacer actividad
económica, demostrando que la gestión empresarial con valores es posible.
Hablamos de un sector de actividad con
1.500 empresas sociales y 90.000 profesionales. Con estos volúmenes, nada
menores, acreditar que otra manera de hacer empresa es posible nos puede ayudar
a impulsar los elementos transformadores en la economía y en la organización
social necesarios para resolver muchos de los problemas provocados por la falta
de justicia social. Se trata de pasar de una acción social paliativa y
asistencial, necesaria pero insuficiente, a una acción social transformadora
que ataque a la raíz de las desigualdades.
El momento en que estamos puede ser
propicio para dar un salto adelante. Por un lado, un tercer sector fuerte, que
ha resistido las embestidas de la crisis y que avanza hacia la confluencia con
las otras familias de la economía social para construir espacios de encuentro e
interlocución. Por otro, un gobierno y unos ayuntamientos que apuestan por otorgar
a la economía social un papel clave en los servicios de atención a las
personas. Y finalmente, observando desde fuera y desde el desconocimiento, una
sociedad agotada y tensada que mira con interés las nuevas formas de producir,
consumir, crear y participar.
Aprovechar la oportunidad pasa, sin
embargo, para superar algunos de los retos que tenemos. Hay que salir de la
invisibilidad social en el que todavía está la economía social, abandonar el
oasis que nos hemos creado y dar a conocer nuestras propuestas, apostando por
el trabajo desde la calidad, la excelencia y los valores. Y hay que comunicar
de forma comprensible, simple, a partir de la coherencia entre lo que hacemos y
cómo lo hacemos.
La coherencia en la acción de los
profesionales; la coherencia en la gestión de las empresas sociales. De los
valores declarados a los valores practicados. Una manera de hacer.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada